miércoles, 12 de enero de 2011

Como una pompita de jabón

Ilusión. Ilusionarte por alguien. Que te regale el mundo la persona a la que quieres, que te diga que lo vuestro será eterno, que seréis felices siempre, que haréis mil y un viajes por todo el mundo, que tendréis noches de locura, que os escapareis y os iréis a vivir allí donde solo viven los amantes, que escalareis el Everest juntos, que desayunareis viendo la Torre Eiffel, que te llevará a comer al restaurante más lujoso del mundo, que nadareis junto a los delfines, que cantareis bajo la lluvia, que tendréis una canción los dos y no os cansareis de cantarla, que formareis la familia perfecta, que haréis el amor a todas horas, que saldréis de mil y una adversidades, que os moriréis de la mano, que comprareis una casa a la orilla del mar donde veréis el atardecer todos los días. Que te creas todo, absolutamente todo, lo que salga por esa boquita que tanto deseas y, lo peor, que seas feliz por ello.

Pero de repente, llega el día, el día que, al fin y al cabo, en lo más profundo de tu ser, sabias que iba a llegar; la ilusión se desvanece por completo, pf, como una pompita de jabón. Y todo aquello por lo que habías vivido, soñado, desparece, se hace añicos y solo queda el recuerdo. El recuerdo de un amor que una vez tuvo ilusión.

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